Cambian las herramientas, cambian los procesos, cambian las formas de trabajar. Hablar de re-skilling dentro de las organizaciones ya no es novedad.
Como respuesta, aparecen programas de re-skilling para actualizar habilidades técnicas y adaptarse al nuevo escenario. Pero hay algo que muchas veces se pasa por alto: la transformación empieza como un proceso personal.
Y si no se acompaña desde ese lugar, es decir, desde lo personal, no importa cuánto se capacite: el cambio no termina de suceder.
Aprender sin empujar
Aprender una tecnología, una herramienta o una metodología nueva es solo una parte del proceso. Lo más desafiante muchas veces es dejar atrás algo.
Y eso no se enseña en un curso. Es una etapa de la vida de una persona. Por eso, en cualquier plan de re-skilling, también debería haber espacio para hablar de lo que se pierde, de lo que incomoda y de la incertidumbre.
Cuando un proceso de cambio se acelera sin entender cómo lo viven las personas, se genera resistencia. Y no porque la gente no quiera aprender, sino porque no se siente acompañada.
Ahí es donde el re-skilling emocional cobra sentido: dar lugar al miedo, a la duda, al “no sé si voy a poder”. No para detener el cambio. Al contrario, para hacerlo posible.
Acompañar es clave para el re-skilling
No alcanza con armar una agenda de capacitaciones. Crear un entorno donde la transformación sea compartida y donde las personas puedan expresarse o pedir ayuda es un valor fundamental para las empresas que impulsan el reaprendizaje.
Porque una cultura que escucha y que está dispuesta a acompañar, es una cultura que se toma en serio a sus empleados y promueve el re-skilling.
Capacitar a alguien en una nueva herramienta sin preguntarle cómo se siente en ese rol, en ese momento, es perder una parte imprescindible del proceso que, luego, puede generar desconexiones con el equipo o la propia organización.
El cambio y las personas
El re-skilling es una conversación que requiere empatía y tiempo. Por eso, acompañarla significa hacerla sostenible.
Las personas por lo general no se resisten al cambio, sino que se resisten a cambiar solas. Y si queremos que lo nuevo se integre de verdad, necesitamos mostrar —en cada paso— que hay alguien del otro lado que escucha y acompaña.
