Una bandeja de entrada que no para. Mensajes por todos lados. Reuniones que se pisan. Y la sensación de que, al final del día, no se avanzó en lo importante.
Esta fricción operativa se volvió tan habitual que cuesta identificarla. Pero está ahí: en las interrupciones, los procesos confusos, los sistemas que no se integran, la cultura de la urgencia constante.
Su impacto es real: menos productividad, más estrés laboral, menos bienestar.
¿Qué es la fricción operativa?
La fricción operativa es el conjunto de obstáculos persistentes que impiden trabajar con fluidez. No es una crisis puntual, sino un desgaste silencioso que perdura.
Pedir lo mismo tres veces. Usar cinco herramientas para una sola tarea. Sumarse a reuniones que no aportan valor. Tiempos de espera innecesarios. Mensajes cruzados. Cambios de prioridad sin aviso.
Todo esto está contemplado en el reporte “Anatomy of Work” de Asana, que subraya que el 68% del tiempo de las personas se va en tareas de coordinación, comunicación redundante o trabajo duplicado. Solo un 32% se destina a lo que realmente genera impacto.
Esa fricción no solo baja la productividad, sino que también aumenta el estrés y reduce la motivación.
El caos operativo es una falla de diseño
Muchas organizaciones aceptan el caos como parte inevitable del trabajo moderno. Pero no lo es. O no necesariamente. Si bien en el día a día del trabajo muchas cosas pueden pasar, tener un marco de trabajo que sirva de referencia resulta determinante para trabajar con claridad.
Según el Microsoft Work Trend Index 2023 más del 60% de las personas en el trabajo sienten que no tienen tiempo suficiente para concentrarse. Además, el 68% considera que su productividad está limitada por una carga excesiva de tareas administrativas o de coordinación.
No se trata solo de “trabajar mucho”, sino (y sobre todo) de trabajar sin sentido. Este sentimiento termina desgastando incluso a los equipos más comprometidos y generando una fricción innecesaria.
Cómo reducir la fricción sin perder el foco en los resultados
Transformar esta realidad no implica dejar de trabajar ni reducir los objetivos. Sino mejorar el diseño del trabajo, las dinámicas de comunicación y la cultura interna.
Algunas prácticas que están funcionando en empresas que apuestan por un experiencia de empleo más saludable son:
1. Auditar procesos con mirada crítica
¿Todo lo que hacemos es necesario? ¿Podemos eliminar pasos intermedios? ¿Qué cosas repetimos sin sentido?
2. Redefinir la comunicación interna
¿Cada mensaje tiene que ser instantáneo? ¿Necesitamos todas esas reuniones? ¿Qué se resuelve mejor por escrito?
3. Promover el tiempo de foco real
Bloques sin interrupciones. Políticas de no respuesta inmediata. Cultura que respete la concentración.
4. Usar herramientas con criterio
Es clave integrar mejor las existentes y capacitar para su uso eficiente para que los colaboradores aprendan haciendo y mejoren día a día.
5. Escuchar a los equipos
Los cuellos de botella se ven desde abajo. Si no hay espacios de escucha real, la fricción se cronifica.
Liderar también es organizar, no solo motivar
El liderazgo efectivo empieza por crear condiciones de trabajo claras, realistas y sostenibles.
El informe de Deloitte 2023 sobre bienestar organizacional subraya que las empresas con menor fricción operativa no solo reducen la fricción, también retienen talento por más tiempo y reportan mayores niveles de compromiso.
Liderar con foco en el orden, la claridad y el propósito es cuidar al equipo. Y cuidar al equipo, hoy, es un diferencial.
Trabajar mejor es hacer más sin fricción
En un contexto donde las personas valoran su bienestar, su tiempo y su energía más que nunca, construir una experiencia de trabajo más fluida es una forma concreta de mostrar cuidado.
Menos ruido. Menos urgencia mal gestionada. Más foco. Más claridad. Más humanidad.
Porque lo que desgasta no es el esfuerzo. Es el caos.