¿Puede una máquina saber quién encaja en un equipo? ¿Quién va a adaptarse, aprender, sostener el vínculo laboral en el tiempo?
Con el cambio de época llegó el cambio tecnológico y un fuerte análisis sobre cómo nuestra vida, y por ende nuestro trabajo, va a verse modificado por el avance de los modelos de lenguaje.
Hace no tanto, la revisión de CVs se hacía de manera manual, y las entrevistas suponían el primer filtro para quienes trabajamos con talento. Sin embargo en los últimos años la incorporación de esta tecnología se convirtió en un estándar que cambió para siempre nuestro oficio.
Lo que no se puede automatizar
Entre algunas herramientas que han surgido en estos últimos 4 años encontramos sistemas de seguimiento de candidatos (ATS), las cuales organizan y automatizan el trabajo de selección. Las herramientas de IA para screening, que analizan los perfiles y detectan coincidencias. Y las entrevistas grabadas, que permiten a los candidatos responder preguntas en video, agilizando su evaluación y facilitando la comparación entre perfiles.
Para tomar magnitud de su relevancia, se estima que, a escala global, entre el 35% y el 45% de las empresas han adoptado IA en sus procesos de contratación, y se proyecta que el sector de reclutamiento con IA crecerá a una tasa compuesta anual del 6,17% entre 2023 y 2030 (SHRM).
Sin embargo, que un software pueda detectar palabras clave o predecir afinidad no significa que entienda a una persona. Por eso, muchas decisiones siguen requiriendo algo que no se puede programar: interpretar matices, leer entre líneas, identificar potencial.
Las habilidades blandas —la escucha, la adaptabilidad, la empatía— siguen siendo centrales. Especialmente en contextos de trabajo remoto o híbrido, donde construir un vínculo requiere más que una buena conexión de WiFi.
No es coincidencia que aunque más del 85% de los candidatos valoran positivamente los procesos digitalizados (UNM Journal, 2024), una mayoría también espera trato humano en los momentos importantes.
Nuestro rol como reclutadores
Integrar tecnología en selección no se trata solamente de adoptar herramientas, sino de saber cómo, cuándo y con qué criterio usarlas. Esa experiencia es lo que determina nuestro trabajo y encamina el éxito de un proceso de reclutamiento.
Por eso, más que fórmulas universales, se necesitan estrategias a medida. Con herramientas, pero también con capacidad de leer contextos y tomar decisiones con criterio. Por eso, el recorrido profesional y el valor personal que cada colaborador puede brindar en cada búsqueda significa otorgarle identidad a labores que cada vez son más despersonalizadas.
Tecnología sí. Automatización también. Pero sin perder de vista lo esencial: detrás de cada currículum hay una persona, y detrás de cada búsqueda, una historia de equipo que recién empieza.
